miércoles, 24 de septiembre de 2014

Caballos y nómadas, una relación ancestral

 Pocos animales son tan hermosos y nobles como un caballo. Es fuerte y resistente, veloz, manso y fiel cuando está bien domado... Son las características por las que ha atraído siempre al hombre, además de por su notable utilidad práctica, para transportar o tirar de cargas.
 La admiración por el caballo se remonta a la prehistoria, como podemos constatar por las múltiples representaciones pictóricas y escultóricas que han llegado hasta nosotros.
 Fueron cazados desde el Paleolítico, y posiblemente su domesticación inicial, en el Neolítico, se hizo con la perspectiva de provisión de alimentos (carne y leche), aunque se encontró luego un interés añadido, como método de transporte.
 Se ha debatido mucho tiempo si la domesticación sucedió en varios puntos del planeta de forma independiente, o si ocurrió en un sólo lugar y de allí se extendió al resto. Las últimas evidencias indican que se produjo en las estepas euroasiáticas, en lo que hoy es Kazajstán...



 El caballo doméstico moderno (Equus ferus caballus) desciende del caballo salvaje Equus ferus ferus (conocido como tarpán), extinguido en el siglo XIX. En la actualidad sólo sobrevive una subespecie de caballo salvaje, el Equs ferus przewalskii. Su estado actual es crítico, reducido a unas pocas manadas en dos Parques Nacionales de Mongolia y China, y varios ejemplares en zoológicos. La población actual es de unos mil ejemplares en todo el mundo.
 Es de pequeño tamaño y estructura maciza, con patas cortas y cabeza grande comparadas con el resto del cuerpo; sus crines, oscuras y cortas, siempre están erectas. Tiene 66 cromosomas, a diferencia de los domésticos, que poseen 64, aunque ambas especies pueden cruzarse.



 Existen pocas evidencias arqueológicas directas de la domesticación del caballo. Los hallazgos arqueológicos hasta la fecha se inclinan por la cultura Botai (actual Kazajstán), hace aproximadamente 5.500 años.
 Investigadores de la Universidad de Pittsburgh encontraron evidencias circunstanciales en un asentamiento de esa cultura, identificando la ubicación de 54 chozas y docenas de conjuntos de restos de lo que en su día fueron postes clavados verticalmente en el terreno, como sería lo más práctico para un corral. Después analizaron muestras de tierra para medir las concentraciones de diferentes compuestos. Las proporciones halladas de nitrógeno, fósforo y potasio en los suelos de los supuestos corrales se corresponden con lo que se esperaría de la tierra enriquecida con estiércol de caballo.
 Se encontraron también restos de mandíbulas con desgastes dentarios, que podrían indicar el uso de bocados...
 Por otra parte, una investigación posterior de la Universidad de Cambridge, publicada en 2012, parece confirmar que la población original de los caballos domésticos procede de la estepa occidental de Eurasia, según se desprende del análisis genético de los linajes femeninos de la especie actual.



 La doma del caballo permitió ampliar la distancia que una persona puede recorrer en un día. Esto facilitó, por ejemplo, multiplicar el tamaño de los rebaños que un pastor podía controlar... Además, era posible la caza de presas más grandes y rápidas, antes fuera de sus posibilidades.
 Y hay otro aspecto a tener en cuenta: las técnicas de la caza son la preparación natural para la guerra. El máximo impacto cultural del caballo lo produjo su uso guerrero. Pueblos nómadas, pastores y cazadores, acabaron convertidos en jinetes conquistadores de los pueblos sedentarios y agricultores de otros territorios. Escitas, hunos, mongoles... La combinación del caballo y el arco fue decisiva para su expansión.



 Una curiosidad: montar a caballo exige una vestimenta especial, que permita protección corporal al ir sentado, y libertad de movimientos. Así nacieron los pantalones. Previamente se usaban túnicas, togas, vestidos... Ötzi, el hombre de los hielos, llevaba una combinación de tres piezas de taparrabos y medias.
 En mayo de 2014 se publicó el descubrimiento de los pantalones más antiguos conocidos, de hace aproximadamente 3.500 años, en una necrópolis en la cuenca del Tarim, en el oeste de China. Se hallaron los cuerpos de dos hombres de alrededor de 40 años. Uno de los hombres fue enterrado con una brida de cuero decorada, un bocado de caballo de madera, un hacha de combate y un brazalete de cuero. Entre los objetos de la otra tumba se encontraban un látigo, una cola de caballo decorada y un arco y su funda.
 Los pantalones que llevaban los dos hombres eran de lana, y constaban de tres piezas de tejido, una para la entrepierna y otras dos para las piernas. Estaban teñidos de color marrón, tenían aberturas laterales, cordones para ajustar la cintura y decoraciones tejidas en las perneras.



 Así que, posiblemente, los pantalones fueron inventados para montar a caballo por pastores nómadas. Piensa en ello la próxima vez que abras la puerta del armario...

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